Refrán que se emplea cuando nadie desea asumir la parte que le corresponde de responsabilidad de algún suceso infausto, en cuyo resultado han contribuido varios factores.
Entre una directiva que presenta en Junta General de Accionistas unas pérdidas cercanas a los 30 millones de euros (veinti tantos del pasado ejercicio y cuatro que tienen previstos para el curso en el que estamos) que en su día dijo que 10 serían los años que estarían en el poder y que hoy se aferran a ello como si les fuera la vida.
Entre una Dirección Deportiva que ha dilapidado decenas, por no decir centenas, de millones de euros, descapitalizando al equipo y siendo, quizá, la culpable de esas pérdidas de casi 30 millones de euros, y cuyo premio es una renovación por 5 años más.
Entre unos entrenadores del montón y unos jugadores más del montón si cabe.
Entre una afición dividida entre ellos y, una parte, enfrentada a su vez a la Directiva. Una Directiva que, entre otras, le echa muchos huevos a su afición, a su gente, pero que ante la mafia arbitral y las televisiones se tiene que bajar los pantalones.
Entre todos, unos interconectados con otros, están matando al Sevilla.
Respecto al resumen de ayer:
El Sevilla domina. Le llegan una vez y, como suele pasar, se pone por detrás en el marcador con penalti que a mí me parece clarísimo. El árbitro nos regala un penalti a favor que nos da el empate y, para mí, se traga uno en nuestra área, lo que conllevaría a un resultado muy favorable a nuestros intereses que se ve truncado ante una expulsión en la que un árbitro miente, una vez más. Partido que, por ende se ve condicionado. Porque si a un equipo de por sí limitado por su falta de calidad de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha, se le limíta, además, numéricamente, así porque al del pito le da la gana, el resultado, al final, se da hasta por bueno.
8 puntos de 30 y el Sevilla en caída libre. Y ya estamos en la jornada 15.
Hagan algo o márchense ya.
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